Hermosos son los momentos, aquellos que te
sacan hasta la última gota de suspiro.
Suspiros que hablan, que expresan la perfección en su máxima expresión. Momentos compartidos que inspiran pasión,
momentos a solas que te envuelven en un trance de amor. La vida es perfecta, el cielo no tiene fin, y
hasta los ruidos más molestosos se vuelven melodías de fondo acorde con tu inspiración. Dejar los más bellos sentimientos volar, es
arriesgarse a perder, pero con la intención de ganar. Es entregarlo todo sin nada que ofrecer. Es navegar el mundo sin brújula ni dirección. Nada es invencible hasta que a tus puertas
llega la desesperanza. Triste
desesperanza, esa que duele y desgarra sin razón. Como soldado caído y abandonado, así te
sientes en tu interior. Todo deja de
tener color, para volverse opaco y frío.
Desesperanza, aquella que se burla de ti y
una y otra vez te hunde al vacío, la misma que te hace decir una y otra vez “Porqué”. Ya la vida no es tan hermosa, ya las melodías
comienzan a molestar, hasta las flores del jardín se comienzan a secar, más lo único
que encuentras en tu mente son razones para odiar. El riesgo de amar es igual que lanzarse al
vacío, pues sin una cuerda firme, puedes tener un desenlace fatal. Las ilusiones se pierden, ya nada es tan
lindo, pero como parte de la vida hay que dejarse caer para volver a
levantar.
Que la desesperanza no se vuelva motivo
para dejar morir una bella historia.
Recuerda, la vida no vino con libro de instrucciones y cada uno de
nosotros nacimos para ser diferentes.

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